El posterior crecimiento de la ciudad llevó a su expansión más allá de las murallas dando origen a la Plaza de España con sus palacios, el de Ferrera y LLano Ponte así como la actual casa consistorial, el primer edificio moderno de la ciudad, sin olvidarnos del Palacio de Camposagrado uno de los mejores ejemplos del barroco asturiano.
Nacen las calles de Galiana y Rivero, las de más sabor de la ciudad, con sus singulares soportales, el elemento arquitectónico más característico de Avilés. El casco histórico está declarado Conjunto Histórico Artístico.
La llegada del tranvía, el alumbrado público, la creación de la Junta de Obras del Puerto marcó la transición de la vieja villa de artesanos y comerciantes a una ciudad burguesa donde los indianos se convirtieron en los primeros mecenas de la ciudad, favoreciendo en gran parte a la transformación de Avilés, no solamente gracias a los intercambios comerciales, sino también a través de la construcción y financiación de palacios, escuelas o el conjunto histórico que conforma el cementerio municipal de La Carriona.
La culminación de la transformación y la creación de una ciudad burguesa y moderna llegó con la inauguración, en 1920, del Teatro Palacio Valdés. En aquel momento, la ciudad supo crear una personalidad que giraría alrededor de tres inseparables constantes: América, el progreso y la cultura.